jueves, 26 de septiembre de 2013

El Pacífico y el V centenario del Mar del Sur

España está realizando un congreso internacional sobre el El Pacífico, 1513-2013: De la Mar del Sur a la construcción de un nuevo escenario oceánico, producto del trabajo de tres instituciones americanistas de Sevilla. Por un lado, la Universidad de Sevilla. Por el otro, la Escuela de Estudios Hispano-Americanos y, por último, el Archivo General de Indias. El Congreso se enmarca en la fecha en que el conquistador español, Vasco Núñez de Balboa, el 25 de septiembre de 1513, hace 500 años, atravesó el istmo del Darién y avistó el océano Pacífico. Es una fecha que sin duda deben recordar los españoles por el significado que tuvo en el proceso mediante el cual sus gobernantes construyeron el primer imperio con características verdaderamente globales. Sometieron a todos los pueblos del continente americano en menos de 50 años, extendieron sus rutas comerciales por Asia y dominaron a Europa sobre la base de su riqueza y poderío militar. En los siglos siguientes, otros imperios aparecieron y desplazaron a la vieja España decadente. La conquista española de América fue una de las experiencias más violentas conocidas en la historia. Quizás sólo comparable a eventos anteriores como las conquistas de Alejandro, César y Gengis Khan. Las aventuras españolas, sin embargo, palidecen al lado de la barbarie desatada por la expansión imperialista de Gran Bretaña en el siglo XIX, EEUU en el siglo XX o Alemania sobre los pueblos eslavos de la parte oriental de Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Muchos pueblos celebran sus conquistas y descansan sobre sus laureles. En esta fiesta académica de España, empero, hay una diferencia. En Sevilla no están recordando a Balboa, ni la conquista genocida de un continente. Al contrario, los españoles han puesto su mirada sobre el océano Pacífico. ¿Qué ofrecerá el Pacífico que tanto interés ha despertado en Sevilla? La respuesta es obvia: el futuro, en esa enorme cuenca oceánica descansa el potencial del siglo XXI. En Panamá, los gobernantes y muchos otros sectores han hecho exactamente lo contrario. Con motivo de esta fecha que marca el V Centenario de la travesía de Balboa por los bosques del Darién, sus pensadores miran hacia el pasado en busca de algún rastro que pueda legitimar sus políticas de despojo en pleno siglo XXI. En vez de mirar hacia el futuro, en busca de oportunidades para promover el desarrollo del país, se remontan al mito ya decadente de Balboa y sus aventuras en el Darién. Comencemos por afirmar que Balboa no era panameño, no tenía relación con Panamá y que la historia que lo vincula con el país fue una creación de los pensadores e ideólogos liberales/conservadores de principios del siglo XX. Es decir, 4 siglos después de su paso por estas tierras. El teatro de operaciones de Balboa tenía como base Acla y Santa María la Antigua, territorios que hoy son parte de la República de Colombia. Cuando cruzó el istmo en 1513 todavía no se había fundada la ciudad de Panamá, que le daría el nombre a la República fundada en 1903. La ciudad fue fundada en 1519 por Pedrarias Dávila, quien había enjuiciado y decapitado a Balboa el año anterior. Cuando se fundó la República en 1903 se buscó un “héroe nacional” y se seleccionó a Balboa por considerar que su figura representaba abnegación y sufrimiento. Una especie de mártir. Menos de dos décadas después, el gran educador Octavio Méndez Pereira escribió una novela con Balboa de personaje principal. La novela, que presenta a un Balboa ‘hollywoodense”, se incorporó a la historia oficial de Panamá. Por eso el gobierno panameño enfoca su atención en este V Centenario en la proeza – sanguinaria por cierto – de Balboa. Para la clase gobernante – partidos oficialistas y de oposición – no hay pasado y menos hay futuro. Hay un presente que fija su atención en como saquear el país de todas sus riquezas. A diferencia de España, celebramos las ficciones de aquel Balboa ‘bondadoso’ y ‘donjuanesco’ que nunca existió. El Ministerio de Educación, que desconoce la historia verdadera de Balboa (y del país, en general), ha propuesto una ley para convertir la estatua de Balboa en la ciudad de Panamá en Monumento Histórico Nacional. La estatua que los gobernantes panameños le pidieron al rey de España en 1913 fue inaugurada en 1924. Contrasta la actitud del gobierno actual, que promueve esta legislación, con la destrucción del centro histórico de la ciudad de Panamá que será excluida por la UNESCO de la lista de Patrimonios Históricos de la Humanidad. Igualmente, contrasta con la política de acabar con los parques nacionales en ambas costas del país. Tenemos que mirar hacia el futuro y definir la estrategia que necesitamos para alcanzar las metas del país. La Universidad de Panamá organizó en agosto del presente año un encuentro sobre El Mar del Sur 500 años después: Una visión interdisciplinaria, para recordar el V Centenario pero olvidándose del océano Pacífico. En aquella oportunidad, señalamos que tenemos que “prepararnos para los próximos 500 años y la conquista del Pacífico, su potencial, enorme energía y la promoción de alianzas de amistad con los pueblos de la gran cuenca”. 26 de septiembre de 2013.

viernes, 20 de septiembre de 2013

¿Se desacelera la economía panameña?

Los medios de comunicación han comenzado a publicar notas sobre la desaceleración de la economía del país que preocupa a los sectores financieros que operan en Panamá. Algunos le pasan la factura al gobierno del presidente Ricardo Martinelli y la corrupción. Hay quienes plantean que el estancamiento/recesión de EEUU (2008-2013) ha comenzado a sentirse en Panamá. Incluso, en algunos círculos dicen que la culpa de la desaceleración la tiene el colapso de Europa y el euro. Recientemente, ha surgido la tesis de que los cambios que experimenta China afectan negativamente a Panamá. Todos estos factores influyen sobre el crecimiento de la economía panameña. Sin embargo, no apuntan al problema de fondo: La estructura social panameña, el modelo económico que impulsan los sectores dominantes y las políticas públicas que promueven los gobiernos. Lo preocupante es que casi todos los análisis parten de supuestos superficiales y externos, sin mayor fundamentación. Panamá tiene una estructura social asimétrica, donde la gran mayoría no participa en el mercado de consumo y se vincula de manera informal al empleo. Es decir, tenemos una estructura social que concentra la actividad ‘productiva’ de la población en un sector muy pequeño, aproximadamente el 20 por ciento. El otro 80 por ciento está, en gran parte, excluido del mercado y no contribuye al crecimiento. Esta realidad da cuenta de la pobreza en que se encuentran los panameños (el 40 por ciento según el Banco Mundial). Más aún, apunta a la desigualdad social y económica. El modelo económico vigente en Panamá sólo agudiza las contradicciones de la estructura social. Por un lado, tiende a privilegiar a los sectores propietarios con subvenciones, privilegios impositivos y derechos al despojo de los bienes públicos. En cambio, a los sectores trabajadores le cae el peso de los impuestos (ITBMS) y no recibe privilegios. En la actualidad, los tres sectores de mayor crecimiento del país, como son la banca, el sistema portuario y la Zona Libre de Colón, no pagan impuestos. Además, las mil personas jurídicas o naturales que concentran la riqueza del país apenas pagan impuestos. El sector comercial se mantiene gracias a la manipulación del mercado y una legislación favorable. En cambio, los sectores productivos como la agro-industria y la manufactura se estancaron en la década de 1990, retrocedieron en la década pasada y, actualmente, la están destruyendo. Los últimos gobiernos panameños han impulsado políticas públicas relacionadas con la especulación inmobiliaria y un turismo, en parte, asociado con el crimen organizado. Estas actividades, junto con los ingresos provenientes del Canal de Panamá y el aparente lavado de dinero, generan los recursos que el actual gobierne utiliza para emprender las megas obras envueltas en múltiples escándalos de corrupción. Las altas tasas de crecimiento del PIB – cerca del 10 por ciento anual – en el último lustro son atribuidas a estas actividades. Según algunos medios “la actividad económica del país está experimentado una desaceleración en 2013”. Según cifras de la Contraloría, la economía redujo su ritmo en forma significativa. El informe sobre el producto interno bruto revela que en el primer trimestre de 2013 creció en un 7 por ciento. En el mismo período de 2012, el PIB creció a una tasa del 11. 4 por ciento. Los medios agregan que “la tendencia a crecer menos es causada por factores internacionales. La crisis que afecta a la Unión Europea, el lento crecimiento – 2 por ciento - que experimenta EEUU y la desaceleración por la que atraviesa China impactan las actividades relacionadas con el comercio exterior”. Según el economista Aristides Hernández, “los sectores que están marcando la desaceleración de la economía son la Zona Libre de Colón, que ha experimentado una caída del 12 por ciento, el movimiento de contenedores en el sistema portuario que cayó en un 15 por ciento y el tránsito a través del Canal de Panamá que se redujo un 9 por ciento”. La serie de números, sin embargo, no contribuye mucho a conocer las razones de una posible reducción del crecimiento económico panameño. Más aún, no explican porque Panamá, en la presente situación, no puede hacer algo para mitigar o modificar la tendencia que se comienza a sentir. En forma inmediata nos corresponde cambiar el modelo económico y buscar otro equipo político que se ponga a la cabeza del país. Los grandes excedentes que está absorbiendo la economía nacional tienen que reinvertirse en el desarrollo de los sectores productivos. En primer lugar los sectores manufactureros y agropecuarios. Los políticos neoliberales panameños – si se pueden calificar con este adjetivo - han apostado a la economía mundial y han abandonado lo fundamental: la economía nacional. Hay que poner a los panameños a trabajar y producir. De lo contrario, seremos víctimas del primer temblor que sacuda el actual arreglo internacional que depende de las importaciones agro-mineras de China y de las exportaciones de ese país, principalmente a EEUU. El Canal de Panamá seguirá pasando barcos, habrán puertos e, incluso, una zona franca. Pero si Panamá no cuenta con una población trabajadora estable y productiva con la primera sacudida se hundirá el país. 5 de septiembre de 2013

Siria y la hegemonía global de EEUU

Entender cuáles son los intereses de EEUU en Siria en la presente coyuntura, es fundamental para situar en su lugar las relaciones entre América latina y, en particular, Panamá con EEUU. La retórica que el gobierno del presidente Barack Obama utiliza para ‘ablandar’ las defensas de Siria en el escenario internacional es la misma que EEUU utiliza en sus relaciones con la región. En Guatemala liquidó al gobierno democrático del presidente Arbenz en 1954. Una década más tarde invadió a República Dominicana para derrocar al presidente democrático Juan Bosch. Pasaron diez años y nuevamente en 1973 intervino en Chile para bañar en sangre el experimento del gobierno democrático del presidente Allende. En la década de 1980 convirtió a Centro América en un campo de batalla. En 1989 invadió militarmente a Panamá bombardeando a comunidades urbanas con efectos terroristas. En 1995 invadió a Haití y exilió al presidente democrático Aristide. En 2002 encabezó un intento fracasado para derrocar al presidente democrático Hugo Chávez. Todas estas experiencias tuvieron un sustrato común: la mentira. EEUU desde hace 70 años tiene el poder militar para imponerse ante cualquier adversario. Desde hace más de 10 años ha construido un castillo de mentiras en torno a la realidad de los pueblos árabes con el fin de satanizarlos. La invasión y destrucción de Afganistán (país no árabe) desatada en 2001 fue precedida por una campaña que transformó a los talibán (estudiantes del Corán) en terroristas. Poco después EEUU invadió a Iraq con el fin de ocupar sus campos petrolíferos. En 2011 invadió a Libia y asesinó a su líder Gadafi. En el caso de los países del Medio Oriente, la arremetida de EEUU se produce en el marco de una redefinición de la correlación de fuerzas a escala global. Washington es consciente de los problemas que representa el espacio dejado por la Unión Soviética, la emergencia de China y la declinación de Europa para su estrategia global. También tiene que enfrentar la consolidación de Irán, la permanente inestabilidad provocada por la política israelí en la región y el debilitamiento de los gobiernos más cercanos a EEUU como Arabia Saudita y Egipto. Hace 10 años se puso en marcha el proyecto del ‘siglo americano’ que consistía en convertir a EEUU en la potencia hegemónica única en el siglo XXI. Para hacer realidad este plan, contemplaba contener a China y subordinar la rica región petrolera del Medio Oriente. La nueva retórica sirvió para presentar ante el mundo a los pueblos ‘islámicos’ como los enemigos del siglo XXI. El objetivo militar es desestabilizar a los países de la región árabe y reconstruirlos de acuerdo con su propia visión del mundo. Este cambio del tablero geopolítico le permitiría arrinconar a China que ya se ha convertido en país dependiente de las importaciones de energéticos (petróleo). Sobre la base de campañas basadas en mentiras, pero repetidas una y otra vez, EEUU logró introducir en la mente de las mayorías de los pueblos la duda sobre las intenciones de la Casa Blanca. En el caso de Siria, los voceros de Washington plantean que es inevitable el bombardeo y destrucción de Siria (igual que Afganistán, Iraq y Libia) para castigar al gobierno sirio por el uso de armas químicas. Según el presiente Al-Assad, “hemos retado a los acusadores a presentar siquiera un ápice de prueba legitimadora, algo que no han sido capaces de hacer… Los hemos retado a mostrar pruebas no ante nosotros, sino ante su propia opinión pública”. Rusia logró, aparentemente, un triunfo diplomático a última hora posponiendo un ataque militar de EEUU programado para esta semana. Ceder en estos momentos, sin embargo, significaría para EEUU retrasar su objetivo principal que es construir un Medio Oriente que pueda ser una aliada incondicional en su lucha contra Irán y, después, contra China. Más aún, los asesores más agresivos (‘los halcones’) de Obama son conscientes que la ventana de oportunidad puede estarse cerrando para que EEUU logre su objetivo propuesto en el proyecto del ‘siglo americano’. Sin embargo, los sectores más moderados (‘palomas’) de EEUU insisten en que sus objetivos (no perder su hegemonía global) pueden alcanzarse sin invadir a Siria. Esta división que se asemeja a la producida durante el gobierno de Bush hace una década, se ha visto sacudida por la aparición de los llamados fundamentalistas de la extrema derecha (miembros del Tea Party) que se oponen a la política guerrerista de Obama. Este sector plantea que el Premio Nóbel de la Paz, Brack Obama, no tiene la capacidad para dirigir a EEUU en la guerra y debe abstenerse de comprometer a EEUU en aventuras bélicas en el Medio Oriente. Según Hans von Sponeck, ex subsecretario de la ONU, “EEUU no tiene pruebas reales de que el gobierno sirio haya utilizado armas químicas”. Incluso, agrega, si proporciona pruebas, “hay que ser escépticos recordando los muchos incidentes falsos o fabricados utilizados para justificar muchas guerras anteriores: el incidente del Golfo de Tonkín en Vietnam, la guerra del Golfo, la masacre de Racak (en Kosovo), las armas iraquíes de destrucción masiva y las amenazas de masacre en Bengazi, Libia”. 12 de septiembre de 2013.

jueves, 19 de septiembre de 2013

La corrupción no es cultura popular

La corrupción viene en muchas formas y tamaños. Lo que caracteriza a la corrupción, en general, es la forma en que los empresarios se apropian de los bienes públicos de manera fraudulenta. La corrupción no es parte de la cultura popular. Es el resultado de las condiciones estructurales que predominan en una sociedad. La corrupción se presenta especialmente en las luchas para llegar al poder político y/o para conservar el poder político. Los distintos grupos sociales pugnan por alcanzar el poder político y usan - entre sus herramientas - la corrupción. Hay casos en que la corrupción es legalizada (hay leyes que la protegen) y/o legitimada (los valores sociales prevalecientes lo aceptan). Politicamente, la corrupción en Panamá (y en el resto del mundo) es generalizada. Puede ser perseguida como delito, protegida por la ley y/o aceptada por los valores de la sociedad. En este sentido, hay quienes pretenden decir que la corrupción es parte de la cultura panameña. No hay algo más alejado de la realidad. ¿Qué se entiende por 'cultura'? La cultura es lo que heredamos de nuestros antepasados. Hay que incluir todas las influencias que recibieron de otras culturas. Como diría un filósofo, somos dueños de nuestro destino pero subordinados a la realidad (cultura) de la cual formamos parte. Gran parte de la historia de Panamá (colonial y republicana) se asocia a la cultura 'comercial' en la zona de tránsito (‘transitista’). Panamá ha experimentado otros momentos - breves - en que sectores o fracciones de clase productivas han logrado apoderarse de las instancias gubernamentales y orientado el país en otra dirección. (Se destacan los periodos del Estado Federal en el siglo XIX y el régimen militar del siglo XX). El siglo XXI quizás constituye el período de mayor mercantilización de nuestra política. La generación de riqueza ha sido reducida casi exclusivamente a la circulación de mercancías. No hay producción. Panamá tiene, por ejemplo, un PIB de 36 mil millones de dólares según cifras oficiales. Apenas, 4 mil millones, un poco más del 10 por ciento, es generado por el sector productivo. El resto de la riqueza es producto de la especulación, en forma de comercio y de las transacciones internacionales que utilizan a Panamá como plataforma. Los especuladores imponen una cultural consumista/mercantilista. En política el voto tiene un precio. En cultura la expresión artística tiene un precio. Todos los valores como la lealtad, la honradez y la amistad tienden a cotizarse en el merado. En la actualidad, la corrupción tiene un sabor a comercio. La duración de este estilo de acumulación sin sustento productivo es historicamente muy breve. Puede durar 10 años. El país no produce, la riqueza pasa de las manos de los pobres a la de los ricos a escala mundial. Panamá que se encuentra en la ‘zona de tránsito’ recoge las migajas de los excedentes que circulan por el mundo. A diferencia de los especuladores, los sectores productivos impulsan una cultura de trabajo y educación. La corrupción tiene un significado negativo y es condenada por la sociedad. No quiere decir que se erradica la corrupción. Es menos abierta pero igualmente orgánica. La corrupción que presenciamos en Panamá (o en cualquier otro país) es el resultado de las luchas entre los grupos y clases sociales que aspiran al poder. Hay una mala noticia y otra buena. La primera es que el problema de la corrupción no se puede resolver con leyes. Los corruptos meten más gente presa y aparecen muchos más para reemplazarlos. Como ocurre en la actualidad, la mayor parte de la población no cuenta con los recursos para defenderse. La buena noticia es que la corrupción puede resolverse mediante cambios claves o estratégicos en la estructura social. La educación es importante. Pero la educación tiene que concebirse para convertir a todos los jóvenes en trabajadores altamente calificados y productivos contribuyendo a crear nuevas riquezas en el país. En la actualidad, el gobierno panameño que maneja un presupuesto superior a los mil millones de dólares para la educación manifiesta, abiertamente y en sus documentos, que quiere crear un sistema para formar trabajadores improductivos. El objetivo de quienes controlan politicamente el país es tener mano de obra abundante y barata para apropiarse de riquezas (o despojar a quienes tienen riqueza). Este sistema de educación (que se basa en la noción de 'competencias') sólo favorece a los grupos que acumulan sobre la base de la captura de excedentes de la producción de otros países que utilizan el istmo (sobre el cual se construyó el Canal) para pasar sus mercancías de manera más expedita. La corrupción es un factor que frena y paraliza el desarrollo del país. Esta realidad panameña tiende a agudizarse desde la década de 1990 hasta el presente. Circula mucho dinero en manos de unos pocos. La gran mayoría de la población tiene 'empleos informales' - no produce riqueza social - recibe remuneraciones precarias, se le impide participar politicamente y sus organizaciones son destruidas. Se convierten en 'clientes políticos' de los grandes comerciantes y especuladores. El actual sistema político descarta al trabajador informal, lo excluye, lo margina. Eso se llama corrupción. 19 de septiembre de 2013.